A MEDIADOS DE LOS 80, Televisa hizo varios intentos por demostrar que sus contenidos podían ser más educativos, por lo que una de las acciones que emprendió fue convertir, lo que hoy es Galavisión, en un canal de contenido 100 por ciento cultural.
Así, el canal 9 se llenó de documentales y algunas novedosas producciones, como «Contrapunto», un programa de debate conducido por Jacobo Zabludovzky en el que, durante una semana, se analizó, por ejemplo, el video «Thriller» de Michael Jackson y donde fue la primera vez que lo vi completo (un lujo en México en esos años); una especie de noticiero llamado «Videocosmos», que estaba dedicado a la ciencia, la tecnología y el arte, y que era producido por Luis de Llano (sí, el «Carnal de las Estrellas»); series animadas como «Érase Una Vez un Hombre», en la que narraban la historia de la humanidad; y un espacio semanal llamado «Estudio 54» (igual que la legendaria discoteca de los 70) que estaba especializado en la música de todos los géneros.
Ahí, el conductor, Jaime Almeida, repasaba por igual a los Beatles, que a Mozart, que a Pérez Prado o que a Madonna, siempre presentando clips de su música antecedidos de la frase «vamos a ver un pe-queee-ño fragmento…».
Yo era estudiante de primaria y fue ahí la primera vez que vi y escuché a Jimi Hendrix y a Bob Marley, además de conocer las influencias de John Lennon después de ir a India o que había compositores mexicanos de música clásica. Era una verdadera videoteca histórica.
Así, Jaime Almeida se volvió una especie de referencia para mí en cuestiones musicales, aunque después terminó el programa y él se convirtió, por ejemplo, en director de Televisa Radio y en columnista de Milenio.
El año pasado, primero pasé media hora en el tráfico escuchándolo en una entrevista en la que presentaba una colección de discos con sus comentarios y, semanas después, me senté junto a él en una cena de periodistas egresados de la Ibero, donde no pude evitar sentir (como siempre me pasa en esos casos) que estaba junto a un ídolo de mi niñez.
Conversamos brevemente del lamentable estado en el que se encuentra ahora la televisión, sobre que ya nadie compra discos y que los chavos hoy no llegan tan bien preparados a la universidad como antes.
Como buen niño ochentero, pasé muchas horas frente a la televisión, pero, afortunadamente, tuve la oportunidad de aprender muchas cosas de ella (como a leer, por ejemplo), y uno de los programas que me enseñaron cosas que nunca iba a ver en la escuela, pero sí me iban a servir en la vida, fue precisamente ese de Jaime Almeida.
Que en paz descanse y, como él decía: «hay que darse un tiempo para oír música».