
ESTE AÑO es mi aniversario 40 de americanista.
Iba a entrar a la primaria, y mi mamá me dijo que en esa escuela era importante que me gustara el futbol. En realidad, lo que había era un patio con dos rectángulos metálicos que se usaban como porterías y un torneo anual de todos los grados; por eso, quizá, mi mamá tenía esa idea.
A mí me gustaban los deportes, pero no era seguidor de ninguno, así que decidí empezar a ver futbol en la TV. Agarré el Teleguía que siempre estaba abajo del mueble de la televisión y el horario estelar era el del juego del América. Después agarré el Novedades que mi papá llevaba todas las tardes y la mayor cobertura de la sección deportiva también era para los entonces azulcremas (todavía no eran Águilas).

Así que considerando eso y que era el equipo que jugaba en mi ciudad, decidí irle al América.
Cuando comuniqué mi decisión en casa, me enteré que mi papá le iba a las Chivas (hasta entonces, suponía que solamente le gustaba el futbol americano, razón por la cual le voy a los Vaqueros, pero esa es otra historia) y así me enteré de la rivalidad añeja entre ambos equipos.
Así que en mi niñez, el América-Chivas tenía un sabor especial, llegando a su punto máximo en la final de 1984 (yo tenía 10 años), cuando el ame le ganó la final al «rebaño sagrado» (suelo decir –un poco en serio y un poco en broma– que ese fue uno de los días más felices de mi vida).
Ayer, como parte de todos esos experimentos multimedia que hemos visto durante el confinamiento, vi «#ElClásicoDeLaHistoria», una edición de 90 minutos con un partido completo América-Chivas armado con escenas de diferentes épocas y donde por igual había goles de Enrique Borja, Carlos Reinoso o Cuauhtémoc Blanco con atajadas de Héctor Miguel Zelada, Adolfo Ríos o Memo Ochoa.

Para mí, ese juego ficticio que quedó 14-14 –con todo y paracaidistas interrumpiendo el partido, un gol legítimo del América que no contó y un espectáculo de medio tiempo de Felicia Mercado– fue un ejercicio de recuerdos de toda mi vida, una buena manera de festejar cuatro décadas de americanismo y fue un placer poder verlo ahora con mi familia para que vieran cosas que les he platicado durante años.

El ejercicio tecnológico fue espectacular y de alto nivel, con una edición magistral y una narrativa emocionante. Se lucieron.
A ver si lo repiten o lo ponen online, pero vale la pena ver lo que se puede hacer con creatividad y mucho material, además de comprobar que el Gran Encierro obligó a innovar en muchos campos, como la transmisión del futbol y repensar cómo debe ser el espectáculo de ahora en adelante.
Así que América y ya, ódiame más, porque al América no le vas, del América eres y… oK, ya.
