Siempre hay intereses que los periodistas deben respetar;
eso sí, la mayoría de las veces es más por un sentido de ética
que por alguna amenaza o “línea” de alguien en particular
LOS periodistas casi siempre trabajamos para un medio y, nos guste o no, debemos alinearnos a las reglas que marca la empresa en la cual prestamos nuestros servicios.
En realidad no existe casi ningún periodista 100 por ciento independiente, siempre depende de un medio de información para difundir su labor y, prácticamente, tampoco hay medios completamente libres, ya que suelen depender de anunciantes e intereses políticos o sociales, entre otras cosas.
Esas frases de “periodismo libre y objetivo” con las que se anuncian los noticiarios de televisión son utópicas, mientras que los periodistas que dicen “nadie me manda qué debo decir” en el fondo saben que no es necesario que te den una indicación específica para saber los temas que no debes tratar.
Por ejemplo, un periodista que trabaja en Televisa sabe que no puede emitir una noticia que afecte la imagen de Emilio Azcárraga Jean y un reportero de Radio Centro sabe que no debe entrevistar a José Gutiérrez Vivo, al menos sin pedir un permiso previo.
Tampoco veremos que un periodista de La Jornada investigue alguna eventual irregularidad en el equipo de Andrés Manuel López Obrador ni que un locutor que suele asistir gratuitamente a conciertos hable mal de los precios de OCESA.
Siempre hay intereses que los periodistas deben respetar; eso sí, la mayoría de las veces es más por un sentido de ética que por alguna amenaza o “línea” de alguien en particular.
En este contexto, el caso de Carmen Aristegui es interesante porque probablemente ella, en principio, no faltó a ningún tipo de regla de la empresa para la que labora o a su ética, pero sí faltó a un tema común en los medios: no hablar mal del Presidente.
Aunque pereciera que eso ya había desaparecido desde el sexenio de Fox, la realidad es que no es así, y menos en temas tan delicados como el que mencionó Aristegui: su salud (y, ojo, ella sólo dijo que Presidencia tenía que aclarar algo que se comenta en muchas partes; es decir, técnicamente, nunca lo aseguró).
Asimismo, Aristegui trabaja para un medio que hoy presenta argumentos en contra del Gobierno de Calderón, entre los cuales hay intereses netamente económicos, y habrá que ver el papel que juegue ella en este conflicto, porque si se pone a favor de MVS estaría, en realidad, del lado de una de las partes y su información al respecto no sería “objetiva”.
Así que el caso de MVS-Presidencia nos puede ayudar a analizar qué tanto un periodista falta a su ética cuando se enfoca en cumplir la línea editorial de la empresa para la que trabaja: si Ciro Gómez Leyva trabaja para Milenio, no pude desacreditar la encuesta electoral de ese medio porque su labor no es descalificarla; asimismo, si Carlos Loret de Mola trabaja para Televisa, no va a criticar la cobertura de esa empresa a las campañas, pero sí va a presentar el monitoreo de la UNAM que demuestra que ésta fue pareja.
Si Aristegui toma partido, estará cumpliendo la misión para la que fue contratada en MVS, y si pretende ser objetiva en esa información, quizá no tendrá la credibilidad necesaria.
Así vivimos los periodistas, unos lo aceptan y otros no, pero siempre dependemos de los que pagan nuestros cheques… el chiste está en buscar la buena suerte de trabajar en un medio que de verdad nos guste y comulgue con nuestros ideales.
Es un tema apasionante y complicado del cual seguiré escribiendo en este espacio.
@carlostomasini
La salud del Presidente es un asunto de intere9s pfablico, por el mismo moivto es una informacif3n que debe tratase con especial cuidado, y tendreda que hacerse una valoracif3n especedfica y contextual para ciertas situaciones para su tratamiento y difusif3n. Por otro lado, un comunicador, o cualquier ciudadano, tendreda todo el derecho a hacer las preguntas al respecto o sobre e9sta o cualesquiera otras cosas sin que por eso fuera censurado por el gobierno. Ahora bien, en lo relativo a Aristegui-MVS, me parece que no se trata de su derecho a la libertad de expresarle sus cuestionamientos al Presidente de la Repfablica. La cuestif3n es que le hizo eco a un insultf3 propinado al ejecutivo, desde mi punto de vista de una manera muy obvia. En la manta de Norof1a injuriaba a Calderf3n llame1ndolo: borracho, y de ahed Aristegui se volf3 afirmando que la Presidencia debereda aclarar los rumores sobre el presunto alcoholismo de su titular.Eso no es una pregunta, sino la suma a al ataque de sus detractores. Para ilustrar el punto, algunos tuiteros sef1alaron que Aristegui no habreda hecho antes ese tipo de preguntas, y menos ased de manera abierta sin el contexto de una entrevista o investigacif3n por ejemplo en los casos de los rumores negros sobre Carlos Salinas o Lf2pez Obrador, que todos conocemos. Pues el haberlo hecho hubiera equivalido a injuriarlos. Saludos cordiales Gabriel Glz@propuestamcd
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