
Paco Memo es el chico bueno que las abuelitas quieren para sus nietas,
que los hombres admiran, que los niños pueden tomar como ejemplo
y que los haters pueden usar de blanco para sus críticas.
CUANDO Guillermo Ochoa jugaba en el América, ganara o perdiera su equipo, solía ser la portada de los diarios deportivos del día siguiente por algo simple: su imagen aumentaba las ventas.
Esto era un recurso común en los editores de varios periódicos y portales de internet; de hecho, los fotógrafos sabían que tenían que llevar a la redacción varias fotos de “Paco Memo” porque seguro iban a ser requeridas para la siguiente semana.
El amor por la imagen del entonces arquero de las Águilas también era compartido por los anunciantes, quienes solían solicitarlo a él para promocionar sus productos, especialmente cuando se trataba de la Selección Nacional, en donde tuvo varias participaciones en el arco previas al Mundial de Sudáfrica 2010.
Memo tiene una imagen atractiva para la cámara, su personalidad es tranquila y sincera, es un tipo ejemplar y sus rasgos físicos, empezando por su rizada cabellera, lo hacen único y agradable a la vista de la mayoría del público.
Así, Ochoa podía ser la imagen de un pan de caja, ropa deportiva o una consola de videojuegos, funcionaba en varios niveles.
Debutó tan joven que tuvo la oportunidad de asistir a varios torneos internacionales, como la Confederaciones, e incluso el Mundial.
Para la Copa del Mundo de 2010 se perfilaba como el portero titular del Tri; era un cancerbero con experiencia, seguridad, liderazgo y empatía con el público, lo tenía todo, pues.
Sin embargo, le sucedió lo peor que le pudo haber pasado: el Director Técnico de la Selección, Javier Aguirre, en una polémica (para mí, inexplicable) decisión, optó por poner a Óscar “Conejo” Pérez bajo los tres palos, robándole la gran oportunidad de exponerse ante el mundo como el gran jugador que era.
Esto prácticamente terminó con sus planes de jugar en el extranjero en un equipo que correspondiera a su nivel; pero siguió buscando oportunidades con empeño… ¡y llegaron!, pero cuando estaba a punto de firmar con el Paris Saint Germain, se vio envuelto en un problema de presunto dopaje debido a que, previo a una Copa Oro, se le detectó a él y otros integrantes de la Selección Mexicana una sustancia conocida como clembuterol, que suele encontrarse en la carne y que se hiciera famosa después de ese episodio.
Ahí terminaron sus planes de ir a Europa a un equipo importante, pero entonces optó por irse a un modesto equipo de Francia, en una pequeña (pero hermosa) región de ese país: el Ajaccio de la isla de Córcega.
Memo se fue a ese pequeño equipo ganando cuatro veces menos que lo que ganaba en el América, sin hablar francés y con un par de fracasos a cuestas que no impidieron que siguiera viendo hacia adelante: “Ya había ganado suficiente dinero antes. Mi decisión fue deportiva, quería descubrir Ajaccio y Francia”, le dijo a un periodista de la revista France Football hace unas semanas.
Así estuvo varios años jugando en un equipo pequeño que, de hecho, acaba de descender a Segunda División hace unas semanas, pero en el que se convirtió en el consentido no sólo de su club, sino de la isla entera. Solía aparecer varias veces en las portadas de los diarios locales.
Memo no bajó su nivel, sino que lo elevó; se convirtió en mejor portero y en mejor persona, nunca habló mal de quien le arrebató la oportunidad de crecer cuatro años atrás y se concentró en buscar la oportunidad de cuatro años después… y en Brasil 2014 lo logró.
Su titularidad en la Selección llegó también tras sobreponerse a críticas que lo tachaban de inestable, que aseguraban que no era un portero seguro, que apuntaban que era frágil por arriba y hasta que lo acusaban de estar «viejo» para el puesto… al único que no le importaron esos gritos amargados fue al mismo Ochoa.
Después de lo que hizo hoy ante Brasil, convirtiéndose en el héroe del empate con el poderoso pentacampeón y anfitrión del Mundial, regresa a ser el consentido de la afición (y de los villamelones) gracias a su carisma y garra, una mezcla que pocos personajes mexicanos (de cualquier entorno, ya sea deportivo, político, artístico o social) tienen hoy.
Paco Memo es el chico bueno que las abuelitas quieren para sus nietas, que los hombres admiran, que los niños pueden tomar como ejemplo y que los haters pueden usar de blanco para sus críticas. Insisto, funciona en varios niveles.
Por todo eso, hoy es la estrella de las redes sociales, el personaje más buscado por los noticiarios y los programas deportivos, el tema más comentado en los cafés y mañana volverá a ser la portada de los periódicos y lo seguirá siendo varias veces en los próximos días para lograr más pagesviews, alcanzar más rating… y vender más ejemplares.
Éxito para Guillermo Ochoa.